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Cubrí el congreso de Podemos para Ctxt. Aquí las crónicas de los dos días.

I: Historia de dos Vistalegres

Publicado originalmente en ctxt.es el 11 de Febrero de 2017

Pablo Iglesias entra el último en la arena de la antigua plaza de toros de Vistalegre. Va precedido por un río de cargos públicos y líderes de Podemos que ocupan las principales listas en liza en este congreso de refundación. Un congreso que se vive como una frontera definitiva –un órdago– debido al grado de enfrentamiento alcanzado en una campaña llena de golpes por debajo de la cintura.

Hace dos años y cuatro meses, un Pablo Iglesias menos cansado entraba exactamente por el mismo lugar arrastrando la misma marea de aplausos. Cámaras y simpatizantes le siguieron como una nube hasta la primera fila de asientos del escenario. Detrás, empujando y siendo empujado iba Íñigo Errejón –un desconocido– que intentaba seguir el paso a Iglesias a quien los medios perseguían. Los otros tres miembros de la llamada “Promotora” iban detrás: Monedero –que dimitió hace casi dos años de la dirección durante la persecución legal que sufrió y tras desavenencias con Errejón–; Carolina Bescansa –que se retiró de esta contienda según dice, por su desacuerdo con los conflictos internos– y Luis Alegre –primero anticapitalista, luego pablista, ahora más próximo a Errejón, y ya sin cargos relevantes en la organización después de la crisis que vivió la dirección de Madrid durante su gestión–. Iglesias y Errejón, compañeros de viaje desde la universidad, compiten ahora por la dirección de Podemos, aunque Errejón no dispute la Secretaría General de momento. Ninguno de los primeros impulsores de la iniciativa que lanzó a Podemos seguirán en la ejecutiva si arrasa Pablo. Urbán y algunos Anticapitalistas que también formaron parte del núcleo impulsor, ya fueron arrinconados después del primer Vistalegre.

Hoy, en el escenario, Iglesias se golpea el pecho con el puño en alto a modo de saludo antes de ofrecer su discurso inaugural: “Desde que nos vimos aquí han cambiado muchas cosas”. Uno de esos cambios a los que se refiere es que Podemos no está solo, sino rodeado de una miríada de iniciativas municipales y confluencias autonómicas afines. Así, Iglesias ofrece “un saludo a las fuerzas hermanas que nos acompañan”. Esas, que como se sabe, han tenido que hacer acciones de fuerza muchas veces para que Podemos no impusiese sus condiciones en las confluencias de las que forma parte. Hoy son actores políticos por derecho propio. “El viento del cambio sigue soplando”, dice Iglesias.

Cuando el Secretario General termina su primera intervención, todos esos cargos y líderes de Podemos levantan el puño –si siguen a Iglesias– o por el contrario, harán la V de la victoria peronista –los errejonistas–. Aunque algunos abrirán también la mano –algo que inauguró Monedero y que nadie sabe de dónde sale–. En Podemos, siempre hay cierto grado de incertidumbre, como un rescoldo quizás de sus caóticos orígenes. También entre el público, alguna gente utilizará esos códigos gestuales. Durante el primer Vistalegre, los símbolos que se hacían tenían que ver más con el 15M, como las manos en alto que se agitaban queriendo indicar asentimiento. Hoy poco de eso queda ya.

Hace algo más de dos años, Vistalegre quiso darle forma a un partido que no era un partido, que era más bien una marea algo loca y desbordada. Se tenían cinco parlamentarios europeos, un puñado de cuentas en redes sociales y miles de círculos. Y una expectativa –o quizás una esperanza– que de la nada, un partido radical que venía del impulso destituyente gestado por una insurrección ciudadana pudiese incluso ganar las elecciones. En aquella ocasión, tan vivo estaba el espíritu del 15M, que los que se acercaron a Podemos se tomaron muy en serio su participación. Se presentaron quince documentos de principios éticos, 24 organizativos y 18 políticos que se discutieron durante la Asamblea. Las votaciones se abrieron después del congreso presencial, donde los participantes podían lanzar preguntas a todos los representantes de los documentos mediante una aplicación de móvil. Cualquier cosa, en igualdad de condiciones. La constatación de que lo de hoy funciona más como un míting que como un verdadero congreso, es que desde que se termina la última presentación de documentos hasta que se cierra la votación hay poco más de media hora. Imposible así que las votaciones se vean realmente afectadas por él.

Diferencias y enemistades políticas

Hoy se presentan cuatro documentos políticos introducidos por algunas de las caras más visibles de Podemos. Unos documentos que recogen diferencias estratégicas importantes. El de Iglesias es defendido por él mismo y Noelia Vera. Él en su discurso reafirma el núcleo central de la propuesta: “para ganar no bastan las victorias electorales, hacen falta también victorias sociales”. Así como: “el PP y el PSOE son los representantes del proyecto de las élites”. También hay palabras como: impulso constituyente, bloque histórico de cambio, nueva España que está naciendo, segunda transición, no nos podemos parecer a ellos ni en los andares. “!Presidente! ¡Presidente!”, le devuelve la gente. Al bajar del escenario se encuentra de frente por primera vez con Íñigo y se tocan el brazo casi con aprensión. Después, por la tarde, se abrazarán como concesión a un público que se ha pasado todo el evento coreando: ¡Unidad!

Íñigo Errejón sube al escenario, también parece cansado tras la campaña y los dos años y pico de vértigo. Pasar de manifestaciones y protestas a los platós de televisión, a la exposición mediática, a no poder tomarte un café tranquilo –como dice muchas veces Pablo–, cansa, quizás también, aburra de vez en cuanto. Pero hoy, no hay tiempo para pensar. Todavía están abiertas las votaciones que quizás sean el primer paso para que uno de los dos pierda el papel de dirección del proyecto. Hoy la gente le grita: ¡Unidad!, casi suena a acusación de culpabilidad. Los que abarrotan las gradas vienen de las bases, donde el pablismo es fuerte. Cuanto más identidad Podemos, más se identifican con la figura de Pablo. Los cuadros medios, los asalariados en Podemos, las clases medias más formadas tienden a ver a Íñigo con mejores ojos. Quizás por eso, en realidad Pablo está tan solo ahora mismo en la dirección.

Errejón también deja clara su línea: “No hemos venido a cantarle las cuarenta a los poderosos, hemos venido a enseñarles la salida”. Y dice cosas como: voluntad inequívoca de victoria, no desempolvar viejos mapas, ganar el cambio, proyecto patriótico, hace falta un gobierno valiente, voluntad de victoria.

Si hace dos años no se dejó que los círculos tuviesen demasiada participación en la dirección, fue también por miedo a los Anticapitalistas, los únicos que tenían militantes por buena parte del territorio capaces de participar en ellos y quizás “tomarlos”. Como recuerda, Miguel Martín –representante de una lista de círculos– en el escenario, refiriéndose al primer Vistalegre: “el enemigo entonces, eran los Anticapitalistas”. “¿No somos capaces de pensar Podemos sin enemigos internos?”. Esta intervención y las otras de los candidatos de círculos al Consejo Ciudadano Estatal se parecen mucho a las del primer Podemos. Ellos y ellas están nerviosos, no dominan el arte de la oratoria, no llevan camisas blancas. Dicen cosas como: distribuir el poder, democracia interna, participación. Y también: “Lo que más nos duele es la estupidez. ¿Alguno de los contendientes piensa de verdad que de este espectáculo puede salir un ganador?”, sigue Martín. Queda mucha gente así en Podemos. Que puedan hablar todavía, es sin duda, un rastro de lucidez que se conserva. O quizás, y por suerte, inercias difíciles de extirpar.


¿Pero hay un ganador?

Si se puede hablar de ganadores en el día de hoy, sin duda hablamos de los Anticapitalistas, al menos en el plano simbólico. Si un efecto extraño ha tenido esta guerra sin cuartel es hacer aparecer a la izquierda revolucionaria como los más cabales. Eso, independientemente de un resultado de las votaciones, en un sistema que no beneficia a las minorías. Se les ha pedido perdón públicamente, han sido de los más aplaudidos e incluso Miguel Urbán ha levantado de su asiento a sus compañeros de primera fila –pablistas y errejonistas por igual– que con una sonrisa en la boca le aplaudían cuando gritaba hasta desgañitarse: ¡Rugid, rugid, porque vamos a ganar!


Nada de poder para los círculos

Publicado en Ctxt el 12 de Febrero de 2017.

“Si os llaman podemitas decid que sois terrícolas”, decía alguien en el escenario de Vistalegre algo después de las 11 de la mañana. Se estaban explicando las medidas programáticas aprobadas durante el Congreso de refundación de Podemos. Delante del escenario, un enjambre de periodistas le daba la espalda al orador en un precario equilibrio, anhelantes de procurarse una buena imagen de los líderes. El vencedor del duelo, Pablo Iglesias, mismo secretario general pero convenientemente reforzado –con un 89% de los votos–, y los nuevos miembros del consejo ciudadano –sólo 17 repetirán cargo–.

Un acto en el que nada fue como se esperaba, o quizás sí: la victoria de Pablo Iglesias se comentaba como probable, aunque el voto digital aportaba un grado de incertidumbre alto. ¿Quiénes son esas 150 mil personas que votan desde su casa? ¿Cuáles son sus motivos? La extensa demoscopia de que hace gala Podemos no ha llegado todavía a ellos. Pero el método que idearon Iglesias y Errejón en el primer Vistalegre para que el líder mediático pudiese copar la dirección e imponer un modelo organizativo vertical se ha reafirmado como efectivo una vez más. En su día, la justificación algo tecnócrata fue la de hacer un partido que no se pareciese a los otros. Lo que en realidad había detrás es un modelo que no tuviese que distribuir poder hacia abajo, a la propia organización o a los círculos, sino solo pedir opinión a telespectadores que intervendrían desde casa mediante un cómodo clic. Nada más se les exige.

Uno detrás de otro llegan los nuevos miembros del consejo ciudadano a las filas de sillas que quedan al lado del escenario. Abrazos emocionados entre ellos. Las cámaras no se pierden ni uno solo de los gestos de amor, de los gestos obligados también, con los derrotados en la contienda. Por segunda vez, Iglesias y Errejón se abrazarán sin sangre y sin consecuencias. En la TV todo es espectáculo. Iglesias se sienta con sus incondicionales, capitanes de una batalla que acaban de ganar: Irene Montero, Rafa Mayoral y Juan Carlos Monedero, las caras casi tensas de tanto sonreír. Los otros miembros de otras listas ocupan los lugares contiguos, aquellos con los que Iglesias tendrá que componer la próxima dirección. De la anterior, compuesta por diez personas, entre dimisiones y bandos, solo seguía con Iglesias Rafa Mayoral. La próxima ejecutiva es todavía una incógnita, pero es poco probable que Errejón siga liderando la Secretaría Política que fue creada expresamente para él. Carolina Bescansa y Nacho Álvarez observan la escena desde una esquina.

Iglesias se sienta con sus incondicionales: Irene Montero, Rafa Mayoral y Juan Carlos Monedero, las caras casi tensas de tanto sonreír.

Un Podemos presidencialista

Si la estructura ya es de por sí presidencialista, los resultados refuerzan el margen de Iglesias para decidir. Ha obtenido mayoría absoluta con 37 consejeros frente a los 23 de Errejón y los dos de Anticapitalistas-Podemos en Movimiento. A ellos se sumarán los cuatro representantes de los círculos elegidos estos días. Aquí el sistema de votación “Desborda” sirve para perjudicar a la tercera opción. Este sistema fue propuesto por el Secretario de Organización, Pablo Echenique, y ratificado en la anterior consulta a las bases, pese a que las otras dos facciones importantes pedían un modelo de votación más proporcional.

Con este, Iglesias obtiene casi el 60% de los consejeros con el 50% de los votos. Mientras, Anticapitalistas –el tercero en apoyos–, con el 13% podrían haber optado a 7 u 8 en un sistema proporcional puro. Con un consejo más plural, quizás se podría haber dejado atrás un estilo de dirección que ahora tiende a las confrontaciones directas y a la exclusión del contrario; sin contrapesos internos no habrá necesidad, por tanto, de más negociaciones.

Cuando comienzan a leerse los resultados de las votaciones, las gradas estallan en vítores cada vez que se nombran los documentos aprobados de Iglesias. Las bases de Podemos, los círculos, muchas veces integrados por gentes de los sectores más precarizados, le adoran. En buena parte del territorio, una base popular tradicionalmente inaccesible para la izquierda se siente representada por él. La paradoja es que Errejón es el principal valedor del populismo de izquierdas, pero esos vítores, esa adoración –esos votos– son para Iglesias, que sabe movilizarlos.

Las gradas tiemblan pues, con cada referencia al líder, aunque griten ¡Unidad!. Abajo, en la zona central, se arremolinan cargos públicos y cargos del partido separados de las bases por varias distancias –simbólicas, culturales, de poder–. Distancias que, vistos los resultados de hoy, donde las propuestas organizativas más democráticas han recibido menos apoyo, no van a hacer sino acrecentarse. Las principales tendencias querían más descentralización, más poder hacia abajo, más sistemas proporcionales, pero las bases han votado más Pablo.

Las bases han votado que el Secretario General pueda preguntarles por internet –como hasta ahora– cuando surjan desavenencias en la dirección: diseñando el momento y la redacción de la pregunta. Esas bases han votado que la asamblea estatal pueda revocar decisiones de los territorios, e incluso convocar asambleas ciudadanas en cualquier lugar para sustituir direcciones locales –como ya sucedió en Galicia–. Han votado que el Desborda –con los problemas citados– sea el sistema mediante el que se elegirán todos los órganos. O sea, más allá de que Iglesias tiene que ser el Secretario General –y si no pasa nada grave–, también el próximo candidato de Podemos a la presidencia del gobierno, el otro consenso que planeaba sobre Vistalegre II es el de la necesidad de democratizar y descentralizar la organización. Cosa que ya no va a suceder.

El otro consenso que planeaba sobre Vistalegre II es el de la necesidad de democratizar y descentralizar la organización. Cosa que ya no va a suceder.

Ese líder aclamado por las bases dice en el escenario, ahora rodeado por el nuevo consejo: “Gracias compañeros por recordarnos que para ser útiles debemos estar unidos y ser humildes” –lo mismo que dijo el sábado Teresa Rodríguez desde el mismo atril–. “Habéis votado un podemos plural, más femenino, fraterno y unido”.

Podemos se estabiliza, pero ¿a qué precio?

Pese a la claridad del resultado, quedan un buen puñado de incógnitas. La primera es el destino de Íñigo Errejón –y su facción– en la organización. Si Iglesias será capaz de integrarlo –aunque atado en corto–, o quizás le proponga estar en la nevera hasta que purgue sus deudas de derrotado. Ahora mismo Errejón controla buena parte de los liberados del partido –al menos en Madrid, donde más hay– y también algunos cargos públicos. Si comienzan a ser apartados es posible que se visibilice otra vez la guerra interna. Aunque el contexto, con Iglesias reforzado, será otro.

Después de hoy quedan un buen puñado de incógnitas. La primera es el destino de Íñigo Errejón –y su fracción– en la organización.

Otra de las incógnitas es el sector de Anticapitalistas, que han jugado desde el principio la baza democrática y que representan el sector con más apoyo en los movimientos sociales. Esos que dice ahora Iglesias que son imprescindibles para “cambiar España”. Quizás el Secretario General les ofrezca algunos cargos relevantes de la organización. Así que probablemente se enfrentarán a esa disyuntiva: seguir vinculados con las organizaciones vivas en lo social, y representar el espíritu perpetuamente constituyente de Podemos, o dar apoyo al nuevo aparato pablista y legitimar quizás, el posible cierre de filas con el líder que se produzca ahora.

Estas son algunas incógnitas que permanecen: el lugar de las distintas tendencias en la nueva dirección. La otra que había al principio de este Congreso, si era posible un Podemos que distribuyese más poder a las bases, ha quedado dilucidada.

Hacia las tres de la tarde, y cuando ya no hay casi periodistas, las gradas están vacías, y en el terreno central aguantan unos cuantos grupos de público dispersos, Pablo Echenique anuncia los resultados de los cuatro representantes de los círculos que participarán en el Consejo Ciudadano. “Inaugurarán una nueva época en Podemos, una nueva manera de hacer las cosas”, dice. Los nuevos representantes –simbólicos, que no reales– de los cientos de círculos existentes en el territorio, suben al escenario. Pablo Iglesias les espera para hacerse una foto juntos.